El comienzo de partido estuvo muy igualado. Ambos equipos demostraron que no están en buena forma en la actualidad, pero intentaron dar lo mejor de si mismos. Los ataques prevalecieron sobre las defensas, el base Lou Williams lideraba las ofensivas angelinas y en el equipo de Minnesota Dieng y Towns lo bordaban en la pintura, de tal modo que se llegó al final del primer cuarto con un resultado de 27-26. En el segundo cuarto, los Lakers fueron por la vía rápida y sus acciones ofensivas fueron demoledoras. Los Wolves no pudieron hacer nada por frenar la máquina californiana y se vieron completamente desbordados; Ricky Rubio asistiendo y los puntos de Wiggins no fueron suficientes para contrarrestar al trío de jugadores del conjunto angelino (Clarkson, Randle y Russell), que rompió el partido para marcharse al descanso con un resultado de 66-52.
Tras la reanudación, los Timberwolves saltaron a la cancha mejorados en defensa y eso impidió que los Lakers pudieran seguir mostrando una alta intensidad de juego. Jugadores como LaVine y Wiggins lideraban los ataques del equipo de Minnesota, pero los angelinos no bajaban el pistón en ataque y de este modo seguían liderando el luminoso al finalizar el tercer cuarto (92-81). Pájara brutal la que sufrieron los locales en el último período. Los angelinos estaban muy flojos en ataque y defensa, por lo que los jugadores interiores de los Wolves aprovechaban para machacar el aro; Wiggins lo bordaba desde el exterior y los visitantes se iban acercando poco a poco a su rival y podían soñar con la remontada, pero Kobe Bryant sacó lo mejor de si mismo y con un auténtico recital ofensivo se echó a su equipo a la espalda para disipar las dudas. El público del pabellón cantaba con orgullo aquello de "¡MVP, MVP!" y gracias a los puntos de Kobe, los Lakers evitaron dilapidar una renta de 16 puntos y lograran el triunfo final.
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